El nacimiento del campeonato, contado por dos de sus protagonistas fundamentales: Nato Roldán y Ricardo de la Torre. (Fragmento del libro de los 40 años de campeonato)
En el año 1971 me llamó Ricardo de la Torre para juntarnos en una casa para ver si podíamos organizar un Campeonato de Fútbol en el Regatas, porque algunos chicos se habían querido anotar en el del S.I.C y no habían podido. A raíz de esto nos reunimos en lo del Gordo de la Torre, el Bebe Vidal Domínguez, Guillermo Fernández Gill, Cacho Munilla y yo.
Los objetivos eran que una vez terminada la temporada del rugby los chicos siguieran yendo al club y tuvieran algún entretenimiento; y que por medio del campeonato se atrayera gente para las divisiones inferiores del rugby. En aquella reunión decidimos organizar el campeonato y largamos con las inscripciones. Después nos pusimos a acondicionar las canchas, es decir a cortar los pastos duros (como esos que están a orillas de los pantanos), poner los arcos -no todos tenían redes- etc., todo era muy precario, se hacía a pulmón.
El campeonato pegó en la gente. Al año siguiente entró a tallar Jorge Klappenbach, que aprovechó muy bien toda la organización que tenía al lado del Colegio Máximo, y desde ese entonces se comenzaron a repartir inscripciones impresas. De a poco empezaron a aparecer voluntarios y padres que entrenaban a su equipo los días de semana. Eran otros tiempos, ahora la mayoría de los padres no pueden encargarse de eso. Jamás pensamos que algún día el campeonato iba a llegar a ser lo que es hoy en día.
Lo que yo siento ahora cuando entro al club y veo la infraestructura que tiene, ese despliegue de chicos, las canchas con todo el pastito corto, bien marcadas y los arcos con redes… la verdad, ese sentimiento es indescriptible. Cuando yo empecé a ir al club era una desolación total, estaba la cancha de rugby y nada más.
Nato Roldán
Cuatro décadas llevan realizándose los Campeonatos de Fútbol Infantil de Regatas. Su continuidad y crecimiento nos llaman la atención, y cuando algo que transcurre en el tiempo nos asombra, nos asomamos a sus orígenes, que (como todos los inicios de las cosas que llegan a tener alguna importancia) son modestos, aunque esconden pequeñas virtudes. Son éstas al perdurar las que dan la verdadera razón de ser al festejo, ya que la fiesta es la evocación de algo que tiene sentido y ese sentido es lo que se quiere mantener vivo. Desde ya esas pequeñas virtudes eran el “sine qua non” de los que organizamos aquel torneo del ‘71 con 200 chicos, venidos bastantes desde Buenos Aires, pues con los locales no alcanzaba. Así fueron apareciendo los nombres de los equipos con animales domésticos, con ríos y montañas de nuestra patria, con los nombres de equipos de deportes, hasta ese entonces, amateurs. No había otro interés que el de hacer algo que nucleara a los chicos y los trajera al club.
Teníamos en cuenta el campeonato del S.I.C, adaptado a lo que queríamos y a nuestra realidad. Por lo tanto las formas de identificación no fueron camisetas de clubes sino fajas azules para uno de los equipos. Esto hacía poco costosa la inscripción y les permitía acceder a todos. Se invitaba a todos los colegios y se acomodaban los horarios, en especial a las primeras comuniones; se valoraba la función educativa del juego y trataba de celebrarse una Misa de Acción de Gracias al finalizar el campeonato, junto con una emotiva entrega de premios. Empezaban a surgir los pequeños cracks. Sólo queremos recordar a unos: los Montenegro del Barrio Obligado, prole de una sencilla y numerosa familia que nos deslumbró con su fútbol.
Los padres acompañaban con entusiasmo. Hubo, por supuesto, algunos excesos verbales y epistolares. Pero fueron superados con energía, paciencia y sobre todo buen humor. Se los narró posteriormente y algunos episodios llegaron a adquirir carácter mitológico.
Responsables de aquel inicio tuvimos la fortuna de ser Cacho Munilla, el Bebe Vidal Domínguez, Nato Roldán, Guillermo Fernández Gill y yo, con el invalorable apoyo familiar. Luego se agregó Jorge Klappenbach, responsable de muchas temporadas, y también vinieron otros que no numero para evitar omisiones. Cacho y el Bebe, estamos seguros, los seguirán balconeando gozosos detrás de alguna estrella.
Ricardo Manuel de la Torre