Por Pedro Fassi
La Plata, Provincia de Buenos Aires – 76 minutos y 45 segundos de juego pasaron desde el silbato inicial, Regatas Bella Vista cae por tres puntos ante Los Tilos en la última fecha del URBA Top 12 y tiene un valioso penal a cinco metros de la línea de in goal. Su capitán, Enrique “El Cabe” Camerlinckx, decide ir por todo o nada y le indica árbitro Luca Solda que van a jugar un scrum.
Para Tomás Barbaccia, pilar izquierdo de Regatas que a sus 35 años lleva 30 formando parte del club, este momento representa mucho más que un simple scrum en un partido en el que no se juegan ninguna clasificación. Es la última vez que une sus fuerzas con siete de sus compañeros para empujar y poner la bandera de su club, inmortalizada en forma de escudo en un tatuaje en su pantorrilla izquierda, lo más adelante posible. Hoy, se toma en la primera línea con Marcos “Caco” Camerlinckx y Matías “Matute” Medrano de 21 y 22 años cada uno, edades similares a la que él mismo tenía el día que hizo su debut oficial en 2013.
En el salón del jugador, que está como escondido en el tercer piso del club house de Regatas, que contiene el histórico vestuario de la primera y fue recientemente remodelado por los mismos jugadores, Tomás encuentra un espacio donde puede, sentado en uno de los sillones grises en los que hacen análisis de video, contar su historia. Su vida en el club que le dio amigos, familia y que lo acompañó en los buenos y malos momentos.

– ¿Cómo fueron tus inicios con el deporte y con el club?
– Me mudé a Bella Vista en el año 95, vivíamos en capital. Cuando me mudé arranqué a jugar acá. Me trajo mi viejo, que jugó al rugby en Liceo Naval. Le había gustado el deporte para mí. Me terminé enganchando bastante más cuando arranqué a jugar en el colegio, que eso fue en tercer grado, a los ocho o nueve años.
– ¿Tenías algún referente en tus primeros años?
– Sí, cuando empecé a jugar en M13, M14 o ya juveniles, que le dábamos mucha más bola a la primera, estaba el programa de venir a ver a la primera. En mi época los referentes eran los que jugaron la la final del 2002: el Gurca, Pancho Lecot, el Chango Medrano, Antonio Rugolo. La primera línea en general porque jugué tanto de pilar izquierdo como de hooker.
Después Fernando Tamburrino. Yo subí al plantel superior en el 2011 cuando estaba en la menores de 22. De ahí hasta que se retiró, que no me acuerdo si fue en 2014 o 2015, compartí bastante con él y fue mi referente y modelo a seguir.
– ¿En qué momento te diste cuenta que tenías la chance de jugar en primera? ¿Fue ahí cuando te subieron?
– No, fue un poquito después. En 2011 me acuerdo que en pretemporada hubo un partido que jugamos con Las Cañas, otro con Retiro y no me acuerdo si vino algún club más. Jugué en pre B, pre A, intermedia y primera (una escalera dentro de los equipos del plantel superior). Se fueron dando lesiones y terminé entrando por una amarilla de hooker en primera. El sueño de todo chico es jugar en la primera de su club, eso fue algo que que me motivó a seguir entrenando y dar lo mejor de mí para tratar de alcanzarlo.
– ¿Qué significa hoy el club para vos y poder representarlo en el máximo nivel después de todos estos años?
– El club para mí es todo. Es mi casa, es mi forma de ser, es el que me dio mis amigos. Tengo dos grupos de amigos: con los que estoy jugando actualmente y después está mi grupo de mi camada, que me acompañó mucho estos últimos años viniéndome a ver porque ya no juega ninguno. Mi mujer me conoció como jugador de rugby y compartió la pasión conmigo.
Representarlo en primera es un orgullo gigante. Para los que somos fanáticos de este deporte y del club y que lo vivimos de esta manera, no hay una sensación que se le compare. No sé cómo explicarlo ni siquiera en palabras, pero orgullo podría ser una de ellas y me parece que me quedo corto.
– ¿Cómo te acompañó tu familia en tu carrera?
– Ahora que esto se está terminando, la verdad es que me acompañan como el primer día. Este año jugué tanto en primera como en intermedia y no importa a qué hora jugara, ellos venían igual y disfrutaban de verme a mí en el equipo que sea.
Hoy en día que mis hijos vengan al club y le digan a sus compañeros: «Che, vamos a jugar a la cancha donde juega papá o mirá, ahí está jugando mi papá”, que me vean en la tele y que me mencionen, todas esas cosas obviamente me llenan de orgullo.
– ¿Cuántos hijos tenés?
– Tengo dos hijos, Belisario, que tiene cinco y el año que viene arranca la M6, y Olivia de casi 2 años.
Su debut como titular se dio en una victoria ante San Luis bajo una lluvia de Bella Vista en 2013. Luego, a pesar de que se quedó afuera de los 23 que disputaron los play off del 2016 los vivió con un gran orgullo. Otra temporada que recuerda con cariño es la del 2019, especialmente un partido en el que derrotaron al CASI de visitante por una amplia diferencia y hasta con un try de scrum, que tiene más valor para él como primera línea.
Entre sus últimos años, destaca el ascenso del 2023, donde perdieron un solo partido ante Los Tilos sobre el final, y los últimos partidos de este año. “Esto se iba terminando y lo disfruté muchísimo desde otro lado ya con 35 años, 15 años de plantel y otra experiencia”, comenta Tomás.
– En una entrevista de hace dos años, Santiago Ocampo (entrenador de la primera de Regatas) nos contó que el plantel se estaba rejuveneciendo y que vos eras el único que se mantenía firme. ¿Por qué crees que te mantuviste en este nivel?
Soy un apasionado de esto, entonces siempre me entrené con el objetivo de jugar en primera. No es que si no jugaba en primera no me iba a gustar o me iba a dejar de entrenar, pero todo lo que hacía deportivamente era para jugar en primera porque sabía que si lo hacía al máximo la posibilidad estaba.
Es esa constancia la que termina garpando, el estar siempre. Tuve la suerte de no lesionarme mucho (al decir esto se levanta y golpea la mesa de madera para evitar que lo que dice se haga realidad). Tuve un par de esguinces de rodilla y un esguince de tobillo nomás. Hace poco me hice estudios de la columna y de la cintura y no tengo ni una hernia de disco, para un primera línea eso es un montón.
– ¿Cómo es la competencia tanto interna como externa en comparación con tus inicios?
– Hoy tenemos una base más grande de jugadores, por lo que la competencia en cuanto a cantidad de gente con la que competís es mayor. Cuando subí al plantel por ahí la pre B se hacía por teléfono los viernes para presentar los sábados. Hoy en día te pasa eso con una pre E teniendo una M22. Tenemos cuatro o cinco equipos más que hace 10 años.
Esto aumenta la competencia y está buenísimo porque eso hace que uno mejore y que siempre dé el máximo. Esto de que tenemos más gente no nos pasó solo a nosotros. Con Los Pumas de bronce del 2007, el rugby acá en Argentina se empezó a ver de otra manera. Yo me acuerdo en esa época estaba en menores de 17 y pasamos de tener cuatro equipos a tener casi seis.
En cuanto a la competencia con otros clubes, mi puesto es algo muy particular, porque puede venir un grandote que genéticamente es gigante, pero es una posición que se basa mucho en la experiencia. Así como el piloto que junta horas de vuelo, el primera línea junta horas de scrum y técnica. Además, explota mucho más grande y obviamente tiene una vida útil mayor. Todos los primeras líneas acá del club se retiraron con 35 o 36 años.

– Se habla mucho por ahí de eso del primera línea más móvil, que cada vez se está abriendo a otras cosas ¿cómo ves hoy el rol de tu puesto?
– Creo que depende mucho del club y de las cualidades de sus primeras líneas. Hoy en día el primera línea dejó de ser el gordito que formaba bien el scrum, por ahí tenés primeras líneas hasta con abdominales, pero son pibes que pesan 120 kg y que están entrenadísimos. Eso te pasa mucho con los más jóvenes, por ahí la gente más cercana a mi camada es más de la vieja época.
– ¿De qué manera cambió la exigencia de los entrenamientos?
– Somos los más profesionales dentro del amateurismo. Los lunes vamos al gimnasio y en primera e intermedia tenemos psicólogo o coach, martes y jueves gimnasio y entrenamiento. Hay viernes que te juntás a comer para hacer grupo humano. El sábado venís acá, nosotros en primera tenemos análisis de video, almorzamos juntos y ahí vamos a ver la pres. Eso te consume un montón de tiempo, mucho más te diría que un profesional. Tiempo que es de noche, porque durante el día la gente labura, pero creo que lo hacen todos los clubes y es un esfuerzo que hoy en día si no lo hacés, por ahí te podés quedar atrás.

– ¿Cómo vés el crecimiento del club en los últimos años?
– Lo que creció el club es una locura. La cantidad de socios y de chicos que tenemos. La infraestructura creció un montón con las últimas obras. Hay juveniles que entrenan en vez de entrenar martes y jueves, entrenan miércoles y viernes porque no nos alcanzan las canchas. Está buenísimo porque cuanto más cantidad de jugadores tenés, tenés una base más grande.
– Teniendo en cuenta lo que decis y lo que se dijo en las últimas semanas, ¿creés que este fue tu último año?
– La realidad es que sí, yo me planteé este año como el último cuando arrancó, disfrutar al máximo y tomarme cada entrenamiento como si fuese el último. Mirando el último partido con Los Tilos por tele, me encontré a mí sonriendo, disfrutando y eso me gustó porque es lo que yo quería. Por ahí no lo pude hacer todo el año, por resultados, porque me bajaron a intermedia. Si vos me preguntabas hace 2 o 3 años, yo sabía que al año siguiente iba a seguir jugando. Físicamente estoy bien, no tuve muchas lesiones (vuelve a tocar madera), entonces eso me ayudó a jamás a pensar en retirarme.
Hoy mi situación es diferente. Arranqué jugando en plantel con 21 años, debuté con 23. Ahora tengo 35, casi 36, dos hijos, laburo independiente y mi hijo arranca a jugar al rugby y quiere que yo lo entrene. Entonces hay más cosas que poner en la balanza.
– ¿Qué imagen te gustaría dejar como jugador?
– La imagen que quiero dejar es la de perseverancia y resiliencia. Yo tuve cáncer cuando tenía 15 años, en el 2020 estuve suspendido y seguí estando y seguí metiéndole. Sabía que eso iba a pasar y que iba a volver, así que siempre me entrené para cuando me toque. Entonces, creo que mi imagen un poco es de perseverancia, constancia y resiliencia.

El sentimiento de Tomás por el club se hace evidente, al hablar de toda la vida que pasó ahí un golpe de nostalgia le pega más fuerte que cualquier tackle. Al borde de la emoción y con la voz casi quebrada, revive en su memoria las tres décadas en Bella Vista, desde la llegada del niño de cinco años, hasta el retiro del padre de 35.
– Mencionas que viviste un momento difícil a los 15, ¿cómo te acompañó el club durante tu enfermedad?
– La verdad que el apoyo desde el club estuvo buenísimo. Yo jugué toda la primera mitad del año. Tuvimos justo las vacaciones de invierno, ahí se me habían inflamado los ganglios. Mi vieja me llevó al médico y saltó que tenía un tumor en la base de la lengua. Tanto el colegio como el club siempre preguntaron en todo momento: “¿en qué podemos ayudar?”
Yo hacía una internación que eran 5 días de hospital donde hacía quimioterapia y 10 días en casa. La quimioterapia lo que hace es te baja las defensas, pero cuando estaba bien mis médicos y mis viejos me dejaban venir acá y ver a los chicos jugar. Me acuerdo que ese año en M15 salimos campeones y fui a verlos jugar el último partido y festejamos todos juntos.
Después nos fuimos de gira a Mar de Plata. Me acompañó mi viejo por las dudas, pero estuvo buenísimo. Mis amigos y mis compañeros todos haciendo como si no hubiese pasado nada y que yo era el mismo de siempre, que lo era, pero como si no hubiese pasado nada y que estaba todo bien, eso me lo hizo más llevadero. Me acuerdo de pensar en ese momento: «Che, yo quiero quiero terminar con esta mierda, así puedo volver a jugar al rugby”.
– Este fue un año muy positivo para el equipo, ya que vienen en una cresta de crecimiento y ganaron partidos muy importantes, ¿cómo lo viviste desde adentro?
– Se vivió muy lindo. A principio de año nos propusimos mejorar lo que fue el 2024. En 2023 ascendimos y en 2024 te diría cuatro o cinco fechas antes de que termine el campeonato, estábamos con posibilidad de descender y nos jugamos ahí como unas finales. Este año fue todo lo contrario, vimos la tabla más de mitad para arriba. Si mirás todos los resultados del club del 2003 en adelante, Regatas salió sexto en el 2016 cuando jugó los cuartos de final y este año.
Estamos en un proceso en el que tuvimos un recambio de generación, que ya tiene 2 o 3 años encima, tiene experiencia de primera A, tiene experiencia de top 12 y con seguridad el año que viene va a ser diferente. Creo que nos va a ir mejor y que vamos a poder pelear por más cosas.

– ¿Cuál fue tu rol con los más jóvenes?
– Mi rol es más con los que comparto entrenamiento, te diría primera e intermedia, por ahí en el gimnasio con los de otros equipos también. Trato de transmitirles esto de la perseverancia, la constancia y que no bajen los brazos. Después trato de ejercer un liderazgo dentro de lo que es el scrum que es en lo que más capacitado estoy.
– ¿Tenés la intención de seguir ligado al rugby y al club?
– Seguir ligado al club siempre, sí o sí, es mi forma de vida. No me imagino no estando un sábado o de visitante yendo a ver a la primera o acá en el club. Mi hijo que arranca la M6 tiene ganas de que lo entrene, así que seguramente algo de eso sí.
– El campeonato de fútbol, ¿lo jugaste? ¿Tenés algún recuerdo?
– Sí, lo jugué desde que me mude a Bella Vista en el 90 y pico hasta hasta no me acuerdo qué categoría es que el equipo lo tenés que armar vos.
Me acuerdo un año, no sé ni qué categoría era ni cómo se llamaba el equipo, que me tocó con Joaco Garay, que es un chico que jugó acá al rugby del 89. En una patada que tiraron la pelota al fondo, en vez de pararla con el pie, la agarró como si fuese rugby. Obviamente fue mano, tiro libre y gol. Nos cagamos de risa, pero le salió automático.
Para mí es una locura, me acuerdo de jugar ese torneo de chiquito y este año lo juega mi hijo. Es la primera vez que juega porque es 2020, así que estaremos todo noviembre alentándolo.

























